sábado, 3 de octubre de 2009

PARA MI HERMANO


Ahí estás, inmóvil, desaparecido, tu silueta paralizada en mi memoria.
Tu vida se difumina en una incertidumbre, te fuiste harto sin dejar rastro, en el abrazo de la noche perdí tus huellas.
Cuando el ocaso viene con su manto de bóveda, con su piel estrellada, a tejer hilos de misterios, a envolver los cuerpos no celestes, ésos miembros anclados en la giratoria de un eje, siempre en círculos añorandote.
En la inercia el horizonte se reduce a una linea divisoria entre tú y mis anhelos.
Fugazmente parpadean de luz los techos del firmamento, llueven universos ocluidos en una gota fría, la nada se inunda de esperas.
Me alimento de mis extremos, del brillo del faro que parpadea tus miradas.