jueves, 29 de octubre de 2009

Bocadillo de sardinas.

Los primeros recuerdos que tengo del fútbol los asocio a olor a sardinas en lata y vino de Rioja. Gracias a aquellas sardinas y al vino soy del Madrid, por nada más ni nada menos.
Era mi padre el que, ceremoniosamente, confeccionaba su bocadillo de sardinas para degustarlo con un vaso de vino. Tiempos en los que el vino se bebía en vaso de “nocilla”….como mandaban los cánones!!.... nunca en copas sofisticadas y preciosistas. Yo me sentaba a la distancia justa en la que te permite observarlo todo sin ser visto, en el leve epicentro entre la prudencia y el chismoseo. Él no dejaba ni un instante de mirar el partido, gestualizando cada devenir del enfrentamiento, como si fuera imposible no expresar nada, supongo que era su pequeño tributo al fútbol, su intentar ayudar al equipo con cierto empuje metafísico o químico. Yo estaba seguro que era imposible ganar el encuentro sin sus esparavanes y gestos, que se unían al ataque del Madrid para golear al adversario.
A pesar de su cauteloso atrincheramiento tras una servilleta con vocación de babero, su plato sosteniendo el bocadillo y su especial cuidado teórico….siempre teórico….la alfombra y el sillón terminaban por digerir más sardinas y pan que su estómago, creando un ambiente en la sala de sardinas en lata que ahora (quiero pensar que entonces también) lo recuerdo delicioso y eso que nunca he comido un bocadillo de sardinas, ni me apetece hacerlo, es mi particular ofrenda a un tiempo de inicios y descubrimientos.