Ya no encuentro desaire en tus silencios, Gabriel. Siete años escribiéndote cada mes y es precisamente ahora; que me acostumbro a tus huecos, a tus ausencias y tu impasible vacío por el que tanto me he retorcido; ahora que es la última carta que te escribo, la última que recibes de mi puño y letra; ahora que me hago inmune. No solo no voy a escribirte por no tener ya nada que decirte, además es que me muero y prefiero utilizar mis últimas letras y tiempo en tareas que me comporten cierto ánimo….espero que lo sepas entender….disfracé tu desinterés de dignidad, como para no respetarlo!!!
Suerte en tu vida, Gabriel, te lo digo de corazón, lo sabes. Suerte con tu familia, tu felicidad, tu salud y profesión…sean las que sean, en el fondo nunca me importó la letra de la vida y te lo digo yo, que la última década me la he pasado escribiendo a un hombre que nunca me ha contestado, siempre me dejé llevar por su música, que imponía un volar tenue a mis pies y éstos al resto de mi persona sin importarme nada más, como borrando todo rastro de dolor en cada ritmo y cadencia marcada. Ahora tengo claro que soy una frívola y superficial, nada más lejos de la verdad que aquello que me dijiste hace ocho años y que no logro olvidar aunque lo intento cada día, “Sofía, cuando parpadeas, por momentos, se hace de noche y de día, de noche y de día, de noche y de día…..”, casi me desgracio los lacrimales de tanto forzar parpadeos, hasta me salió un tic por el que aún pago las consecuencias, nada más peligroso para el corazón que creerse las exageraciones de los amantes. Amar es exagerar, por eso engancha tanto.
Recibe mi último beso, Gabriel, mi despedida y cierre en tu vida, mi vida, la vida.
Sofía.
Una vez que Gabriel leyó la última carta de Sofía, éste se quedó ciego por causas desconocidas.