jueves, 14 de enero de 2010

Sueño.



Soñé que esperaba al tren, mientras observaba una estación encerrada en un espejo, sumergida y agotada de ser reflejo.

Miraba atentamente al cristal, a sabiendas de ignorar cómo entrar a formar parte de esa foto, para subirme a un tren por llegar a un marco de irrealidad.

No había pasajeros, ni movimiento en la estación, ni tan siquiera ruido que emanase de aquella escena y así configurarla en un pequeño parapeto de creencia, pero estaba seguro que mi tren tendría que llegar.

Desperté de aquel sueño, con barrotes en mi conciencia y una mirada de vidrio que delataba mi apariencia. Fui reflejo de cristal de espejo que miraba la vida pasar y ésta, aturdida, esperaba a mi tren llegar.

3 comentarios:

  1. Cuando el libro esté listo, voy a enviar para ti. Abrazo.

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  2. Me emociona la simbología del tren y cómo la has tratado en este hermoso texto.
    Nuestra mente es un tren en el cual somos el único pasajero. Los rieles nuestra vía mística, por donde peregrinan aspiraciones y esperanzas de llegar ... siempre más lejos. Sabiendo en el fondo que nos detendremos en algunas estaciones y que en otras seguiremos de largo, por rigor de programación. Hasta que el gran guardián se asoma y tocándose la gorra con el índice, nos indica que hemos llegado a la terminal y nos obliga a descender ... en una estación donde no hay previsión posible.

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  3. Espejada
    en el reflejo
    de un irreal espejo
    con la espada
    de Damócles en vaivén
    congelada...
    espero en vano ese tren,
    y sin querer, desespero.


    APLAUSOS.
    Te admiro.


    Un beso.


    SIL

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