martes, 14 de julio de 2009

Nana.


Y se me para el pulso cuando contemplo tu sueño, tragando la luz del mundo tus ojos prietos. Que me aletea el pecho mientras susurro verdades nuevas, mientras despierto sonetos frescos.

Y me contagia prisa tu mansa pausa, por ver tu cara cual madrugada. Que me bosteza el alma cuando te observo mecido en tu manantial de trigo y sueños. Que se nos para el mundo, pequeño mío, cuando me miras y yo te veo.

A Álvaro.

1 comentario:

  1. La placidez de este niño dormido llena y consume de amor al mismo tiempo. Es ese espacio a dónde uno quisiera llegar para alimentarse de esas partículas sabias que tiene la infancia. Y en su despertar, compartir el desparramo de colores que dejan las últimas huellas de su sueño.
    Y decírselo para que el amor no muera en una ternura solitaria o hacerlo tan hondo, que se vuelva secreto. Alvaro lo sabe.

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