viernes, 26 de junio de 2009

JUAN SIN AMOR


Le llamaban Juan sin amor, porque no había un ser más despreciable que él en toda la manzana.
Juan pudría la buena salud del barrio en cualquier etapa de su ya dilatada vida.
En el crepúsculo de su existencia estaba más solo que un perro; en su piso de la calle Varela se entretenía con la infinidad de cosas que recogía por ahí, que a la postre llenaba de malos olores toda la finca.
No había vecino que se atreviera a llamarle la atención, sólo esperaban que se muriera de una vez y amasando dolor en la agonía...
Aún se recuerda las palizas que daba a su mujer y los gritos de ésta. Para vivir así la desdichada, mejor no nacer. La pobre se cortó las venas y él que para lo que quiere es católico, escupió sobre su tumba, recriminandole su incumplimiento de los mandatos de Dios.
Su hija, sufrió interminables violaciones hasta preñar, para luego obligarla a un aborto del cual salió con los pies por delante. Su impunidad a los hechos relatados se debió a una condecoración recibida al final de la guerra civil y por ser el confidente y colaborador del régimen, o sea sé el chivato del barrio.
Juan sin amor miraba como su canario estaba de unos días acá muy desganado con el alpiste. Su preocupación crecía al observar que el pajarito en vez de picar la semilla se picaba a sí mismo, hasta tal punto que una pata había desaparecido. Durante dos días más Juan luchó por detener la agonía del canario. A las 14 horas según su reloj , falleció. Lo posó en su palma y mirando al cadáver le dijo:
-sólo tu canto apaciguaba mi lado oscuro.
Desplumó al animalillo, lo puso en la sartén previamente aderezado y se comió a su amor abriendo las puertas de par en par para ventilar la mugre e impregnar su olor sobre los demás.

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